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TOMO NÚMERO 4

EL INVIERNO Y EL SOL

Casi siempre te hablo del mar

Y de todo lo que me gustaba escucharlo con vos.

Y de cómo, al regresar, paseábamos por la ciudad de la furia como si fuera nuestra habitación. Almagro el patio de casa. Chacarita el pasillo.

El conurbano el sótano y la terraza a la vez.; el escondite y el mate caliente, el vinito y los tic tac strawberry, algún libro de Lorca dando vueltas.

La calidez de tu hogar y la psicodelia del mío, un monoambiente ya tan nuestro que espantaba, pero espantaba de la mejor manera, con la adrenalina de saberme enamorada.

Y todo era al oeste, bien al oeste, siempre al oeste, y estoy enamorada, bien enamorada, y hacia el punto cardinal a donde mire yo siento que te amo por todos los frentes.

Y ya no me quedan dudas, la única duda es tu distancia. Y hacia dónde partieron todos tus rastros de nuestra casa, nuestro rincón pregunta por vos.

¿Lo escuchás?

Te habías confundido y alejado

Y solo me quedaba la ausencia, la soledad y la arrogancia. No podía soportar que esas tres palabras vinieran de vos July, y me estaba despedazando de a poco, así que Najara a su distancia, volvía a darme fuerzas para partir, a cualquier ciudad catalana, Barcelona ¿por qué no?

Y mientras tanto me pregunto el por qué de todo, y no entiendo nada.

Solo quería decirte que si vas a ser indiferente insolente e invisible para siempre, por favor, devolveme mi corazón.

O algunas de todas esas fotos que nos sacamos juntas, esos pedacitos de alma me corresponden y lo sabés.

Aunque ya no respondas, me enceguezco tratando de convencerte de eso, de un intercambio de objetos sin valor pero llenos de sensaciones, y no hay caso.

Ayer me enteré que te robaron el celu, otra vez. Y sospecho que también te dejaste llevar el corazón, el mío, el tuyo, la memoria, el frasco de flores que habíamos cultivado juntas, y las ansias que siempre tuviste de escuchar Los Beatles.

Me siento estafada y sin fuerzas para reclamar, entregada.

Estoy apostando al rojo aunque salga negro y mantengo vivas las 99 razones que tengo para buscarte aunque no quieras escuchar ni la razón número cero.

Quien siembra vientos recoge tempestades, y de un día para el otro, te enamoraste de una tormenta, o eso fingiste. Hasta creértelo y borrarme. Hasta eliminarme de todos los lados y de todos los orgasmos.

¿En qué escondite metiste todo nuestro amor?

En serio, Julia, dale

¿En dónde?

Julieta siempre llegaba con un veinticinco en cada teta

Hacía rato que le tenía miedo a los ratis, porque la perseguían por su culo para veinte y por tortillera. Y fue por eso que el pecho se transformó en la mejor parte de su cuerpo para esconder el porro y la keta (mina) que iba a buscar a Liniers y Ramos Mejia respectivamente.

Aquella única vez que la acompañé, vi como el dealer terminó regalándole el doble de todo, y encima dándonos a probar uno de su cosecha en la puerta del DIA% que nos abasteció de tibias birras.

Birras que con el frio polar de la vereda conurbana se pusieron casi frappé mientras hablábamos acerca de nuestros laburos, el de Julieta y el mío.

Julieta ganaba clientas por gauchita y por simpatía, a todas las situaciones ella les ponía una sonrisa abismal, pasara lo que pasara, todo pasa, se decía.

Todo pasa.

Eran los primeros días de septiembre, la primavera quería volver a empezar pero la tormenta de Santa Rosa no la dejaba. Tremenda alerta meteorológica, vientos intensos con ráfaga, posibles granizos, temporal con tutti, pero a Julieta le gustaba el temporal y más allá de que el clima anunciara tempestad, ella salió a buscar su macoña igual.

Y aunque su sonrisa se extendiera bajo la tormenta de oreja a oreja, los canas que la detuvieron escapándose del viento no negociaban con nada:

Ni guita, ni pete, ni keta; Ni faso, ni caballo, ni merca.

Ellos sólo la querían ver tras las rejas, y allá fue donde se la llevaron antes de que lleguemos a probar bocado del mejor prensado del wild West que a mi colega le hacía tanta ilusión tener para saborear antes de irse dormir.

Nunca vi ratis que no acepten guita, ni pete, ni keta. Se la tenían junada por lesbiana, porque ella jamás negocio comerse un pene por ganarse la zona. Puta y fumona sí, y la más trola también, pero sobretodo homosexual y estos pinches canas no lo quieren aceptar.

Era lo que susurraba cada tanto,  y al rato contaba como a los quince se tuvo que ir de la casa, porque la vieja además de religiosa era milica, y no quería ni mirar a los ojos a su hija desde que su hija se pregonaba homosexual. Siglo XXI y tener convicciones sigue mandándote a la hoguera, y esa hoguera se llama sociedad.

Cuasi premonición. Éstos canas tampoco aceptaron la reticencia, sonrisa, y claridad de Julieta y se lo quisieron dejar claro condenándola por un veinticino que ni llegaba a ser un veinticinco.

Julieta es existencialista de la vagina, y pretende imponer un orange is the new black aunque su cárcel sea de verdad y esté en Ezeiza.  Y allí, en French y Constituyentes, mantiene su sonrisa intacta, de oreja a oreja, porque el diablo sabe por sabio pero más sabe por viejo y el día cumpla 45 años  Julieta va a salir y yo la voy a acompañar a buscar a esos pinches ratis.

Si algo nos enseñó Tarantino, es que las mujeres sabemos de venganza.

Y resurrección. 

Estación a estación

Y mes a mes, recorro ciudades tanteando rostros, percibiendo sabores y haciéndome la misma pregunta; ¿Habrás pasado por acá?

Dale, Julia, decime ¿todavía existís?

Hablo con una mina y con otra, con el Charly y con Julieta, con Nicky y conmigo, conmigo y con la almohada. Pero la almohada solo responde preguntando, y la estufa que se prendió fuego, y la puta madre que la incendió, al parecer se vino otro corte de luz que no se sabe hasta cuándo va a durar, miro el techo y busco el dibujo de pez que hicimos el invierno pasado pero no se ve nada.

¿Cómo pudimos lastimarnos, ella y yo? ¿Se puede creer en el amor? ¿Sentir para creer?

Creer para resistir.

Pero no poder olvidar que todas las respuestas están en esa foto que se ve tu sonrisa con la mía, aquel atardecer en algún rincón de la costa este. Estábamos casi de la mano, desequilibrando juntas la tierra, los astros, las aves, y el mar, y poniendo cada estación en su esplendor.

Yo sé que seguro sabés cuál es la foto de la que te hablo. Y si, algunas veces, una imagen dice mucho más que mil palabras juntas.

¿Cuánto tiempo va a durar este invierno?

Me encanta que haga frío pero a veces recuerdo la adicción de Julia por el jengibre hirviendo y me pierdo tratando de saber si alguien sabe cuántos terrones de azúcar no le poné al café o cuál es su canción favorita de Charly García.

Y con todas mis fuerzas, yo todavía sigo cruzando los dedos para que alguien te recuerde esos días en los que te comparaba con todas las ventanas de la ciudad, y que también te digan que por acá viene faltando el sol, estación a estación y mes a mes.

Nunca es tarde cuando la dicha es buena.

Pero para vos ya lo era.

Tarde, muy tarde. Y enumerabas todas esas cosas de mí que no queres recordar pero que a la vez no podes olvidar. Y descubríamos cosas de vos que ya no son muy vos y que ninguna de las dos entiende.

Y ¡záz! me invaden el pecho todas las cosas tuyas que rodean nuestra vieja habitación, travestidas de holograma, brillan y lastiman más que nunca.

La mesa de luz infectada de colillas y restos de golosinas, un sahumerio que se repite y recrea tu nombre, y el espejismo de tus manos sobre el óleo pastel, y los dibujos de Ringo, y los dibujos de Bowie, y los dibujos de las sirenas flotando entre medusas, y las canciones que nos hacían mirarnos a los ojos y sonreír y soñar, y por esa complicidad espontanea darnos el beso más lindo creado sobre Argentina, o sobre el mundo.

Cuando ahora, solo queda suplicar, invocar, atraer, pedir, y alimentar, mi deseo ferviente de que no lleguemos a ese tan tarde.

Porque nunca digo nunca. Pero sí digo s´il vous plait, que significa por favor.

Y repregunto, Julia, ¿en qué momento una galaxia entera empezó a dividirnos?

Todos los planetas están chocando y se nos vienen encima, todos los besos empiezan a borronearse, y corro para que no pase.

¿A dónde va lo que ya no existe?

Por favor decime que vayamos a tomar una cerveza.

Para que pueda responderte que sí, vayamos a tomar tres s´il vous plait.

Para vos ¿qué significa por favor?

La Sagrada Familia

En la terraza del Narco más humilde y eficaz del barrio de Gracia (en Barcelona) teníamos la mejor vista de la sagrada familia.

Naudo, era una peculiar mezcla de Deep en Blow con una pizca de McGregor en Trainspotting,  pero eso no era todo, también se sumaba su camaradería española que hacían de él, el mejor acido que alguien te pudiera poner en la boca mientras mirás la arquitectura de Antoni Gaudí, el gótico en su apogeo.  

Con un gesto elocuente nuestro Deep nos relataba acerca de una montaña rusa fluorescente que aparecería luego de dar una pitada a ese célebre DMT. La figurita difícil.

Si te fumas la pipa entera te da un viaje que te cagas, yo no lo haría por ser la primera vez pero a ver… cada quien sabe cómo es cada uno, así que tú a tu rollo guapa. Lo que apetezca.

Tan amistosos como Najara, Naudo y otros catalanes, acercaron una reposera hacia el sector de la mejor vista de la terraza. La silla del ritual, en donde me sentaron y alcanzaron la pipa y el polvo yellow submarine.

En ese instante solo pude pensar en Gaspar Noe y el libro Tibetano de los muertos. Enter the void, te hace querer probar esa droga, no otra, sabés que aunque te peguen un tiro, lo que vas a ver va a ser lindo y fluorescente.

Por H o por B el D M T nunca había llegado a mis manos hasta ese momento.

Todo parpadeaba, a las macetas como si se les hubiesen adherido leds y a las nubes un motor con turbo.

Y así frente a la ciudad de Gaudí que cada vez se hacía más Gaudí gemí riendo, reí saltando y tratando de no caerme de la montaña rusa que tenía como reposera y que avanzaba sobre Barcelona arrimándome a sus luces de neón.

A la pipa, me la fume entera. Y volví a gemir, no me gusta escatimar.

Mejor que sobre y no que falte

¿O no?

A los cuarenta minutos, me bajé del asiento y corrí a felicitar a Naudo, que saboreaba un Jägermeister desde el otro rincón.

No sé por qué pensé en comprar un poco y sorprender a mis clientas vip, las especiales y cariñosas, pero a Naudo no le pareció tan buena idea como a mí.

Con amable y firme cortesía me hizo comprender qué era la única droga que jamás me iba a vender.

Él respeta el ritual y la primera  vez, así como  todos respetamos a Gaudí.

Amén 

En el conurbano las cosas siempre fueron mas baratas

Las cosas del supermercado y del almacén. Por eso las únicas veces que sobre-exigía mi espalda era cuando cargaba un vino desde Pablo Podestá hasta San Telmo, mas o menos. O hasta Olivos, cerca de la prefectura naval.

A las clientas especiales, las reincidentes claro, me gustaba dejarlas más satisfechas que la vez anterior. Y que la anterior, y que la anterior. Siempre más.

Más felices que felices, por decirlo de algún modo, ya que lo que abunda no daña. 

Un buen vino siempre se convierte en la mejor compañía para cualquier momento de ritual. Y eso tratábamos de forjar con Anushka, un ritual sexual, pero que no solo le dé placer al cuerpo sino también al paladar.

Antes de atravesar los kilómetros hasta el rincón que me llamaran ese día, caminaba por el conurbano pensando por ejemplo, en la cepa del día.

Me las rebuscaba para investigar la favorita de cada clienta. Sin embargo, la bodega era cosa mía, y  la variaba según la época del año y el dinero que hubiese en mi bolsillo.

Invierno: Nieto Senetiner, Italia-Mendoza, 1888. Benjamín, accesible y de pura cepa.

Aunque a veces las cosas iban muy bien, y elegía el Emilia, por femenino y por robusto como mis tetas chocando y acariciándose con las tetas de Anushka que tenía un hígado de oro y siempre pedía más y más y saboreaba mis pezones como si fueran el último trago de la última botella.

Anushka, era una rusa que alquilaba en dólares un monoambiente bastante cutre, todo porque ahí, según le habían dicho, Silvina Ocampo escribió la única carta que respondería a todas las cartas de Alejandra Pizarnik.

Una romantica la rusa, y una doctora en literatura latinoamericana, que de tanto en tanto me invitaba a Moscú.

-Cuando ahorre para el vuelo Anushkita, cuando ahorre.

-Ahorra conmigo, yo te pago más, более.

Sabía persuadirme, me lo pedía en corpiño transparente y en ruso. Aunque yo ya no quería cobrarle, y eso un poco le gustaba.

Julia ¿Sabés qué? Ya te pienso menos, mucho mucho menos.

La anteúltima oración de este texto es mentira.

Anushka quería conocer el delta

Cada uno sabe donde le aprieta el zapato  y a ella todo lo relacionado con la zona del Tigre le llamaba frenéticamente la atención. Por eso la ayude a elegir la cabaña, como buena tourist, Anushka pretendía nadar en el rio, fortalecer su piel, coger hasta temblar y escuchar historias de la calle corrientes.

O historias de Charly, también le gustaban las historias de Charly, quien nos había presentado después de conocerla haciéndose la fría selfie de la postal de Muerto Madero.

Así que por presentarnos y llenar su viaje de calidez porteña y vino mendocino, el Charly estaba invitado a nuestra cabaña para seis cerca del arroyo Esperita.

Mientras el pequeño catamarán que trasladaba a nuestro amigo se acercaba, yo le daba la buena nueva a la sexi rusa de dos metros, hija de padre leninista y de madre polaca.

Me acerqué y le tomé las manos para saborear el rio meciéndose entre nosotras, me derretía y me movía entre sus brazos y labios infinitos que se bebían de a tragos espectaculares el mejor vodka que pudimos escoger del barco almacén.

Ya entonada hasta la tanga roja plush y purpurina (linda al tacto y a la vista), le contaba a Anushka  que Charly se había ganado un premio por internet.

Una mujer de ochentaisiete años regalaba mediante un concurso su colección invaluable de frascos de arena de distintas partes del mundo.

La señora se moría, y en el anuncio pedía encarecidamente que participaran solo aquellos a los que la arena, un lago, o el mar, les diera algo de ilusión.

Emoción, digamos, pasión por los detalles y la teletransportación. Levantar un caracol y ver el mar, apretar la arena entre la palma de los dedos y morir al ver como se escapa cada grano. Saber flotar entre el cielo y el mar y, de tanto en tanto, ver pasar lechuzas o pterodáctilos fieles y suicidas. Justo como vos, o como yo, justo como nosotros, tratando de volar tirándonos de cabeza al suelo, o el océano.

En sus últimos años esta señora había dormido cerca del Nilo, acampado por Vietnam y cenado en la Isla del Sol cerca de los aymará. Y nadie de su familia lo entendería, decía, sus amigos tampoco. Nadie de su entorno había compartido eso con ella. Ni el más grande ni  el más mínimo granito de arena.

Charly ganó,  él de entre cientos de miles de cibernautas había alcanzado el premio, el azar y la ilusión.

La adrenalina y la paz del mar entrelazadas en esas olas imaginarias, en esos mares individuales y universales. En esa vieja vida y en esa futura vida que le daría el Charly a esos frascos. Charly que  bajaba del barco sonriendo y festejaba y me invitaba a pensar en ideas de collage o escenografías para eternizar más y de otro modo esa peculiar abstracción que tenía entre sus manos, ese pedazo de mundo, esos colores únicos y terrenales, esos granos de arena hechos historia.

Esas historias listas para comenzar.

FIN

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