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TOMO NÚMERO 1

LA PRIMAVERA Y LA CURIOSIDAD

SI TE LA MANDÁS EN EL TREN

Si te la mandás en el tren

Lo más probable es que funcione, es tanta la sorpresa y la movida peliculera que te le tenés que haber tirado a un gil o a un santo para que no le diga:

¡SÍ! al pete fugaz de un sexydesconocido del  transporte público.

De los tipos me gustan los brazos, y los de éste prometían bien, ni muy muy ni tan tan. No era del todo alto, apenas y alcanzaba mi altura, pero sus treinta y tantos compitiendo con mis diecitantos años, me presentaron una curiosidad que en ese momento no iba a permitirme no investigar.

La curiosidad mató al gato.

Y el acento de no sé dónde mierda que sacó este guapo para preguntar cómo llegar al obelisco me mató a mí.

No sé si fue verlo vulnerable y perdido, de piel bronceada y firme, o sus brazos suculentos lo que me movilizaron al toque e hipnotizada. Pero me acerqué con mi amabilidad en nivel mil y le tiré la data para llegar al obelisco:

Subte b, le pegás derecho, te bajás en La  Av. 9 de julio, estación Carlos Pellegrini, combinación con línea C y línea D.

Pero eso no importa.

Da la casualidad que yo también me bajaba ahí.

Posta que me bajaba ahí.

Y cuando me bajé lo escuché detrás: Oye puedo agradecerte con un café, aquí, frente al obelisco. Donde todos nos puedan ver. Digo… por si te da miedo de que sea un loco que te mate.

Ya me mataste man (pensé).

Así que dije yes y el café mutó en cerveza y él se relajó sacándose su campera de cuero y me contó que ese día volvía a vivir en Argentina, recién recién llegado, que  se había ido cuando tenía dos años y que por eso se sentía  más panameño que argentino pero que extrañaba igual, y encima parecía que acá su laburo se le ponía bueno.

Mientras lo escuchaba y me presentaba, yo  solo podía pensar en que lo que se puso bueno fue que fuera tan fácil llegar ese momento en que dijo;  Si te animas y sabes de algún lugar donde podamos ir, me decís y yo pago.

Y no sólo vas a pagar por el lugar.  Me apuré a decir como si la tuviera más que clara. Y mientras veía al panameño fuertísimo al que se la chupaba gratis de por sí, me pregunté ¿Por qué no le iba a cobrar si no tenía ni puta idea con qué iba a comer esa noche, o dónde iba a dormir?

¡Ay! ¡Sí!

En esos suculentos.

El facebook sabe que te amo

Por eso el hijo de puta todavía me sugiere tu amistad a pesar de que, a estas alturas, para vos es mejor si poco y nada sabés de mí.

Qué dolor.

Like a pain in the chest.

Como los besos de Julia no hay, que nadie les venga con mentiras.

Todo bien pero ella es única, aunque luche contra eso.

Yo lo di y lo voy a seguir dando todo por esa sonrisa.

Me acuerdo como si lo viera. Lo veo, de hecho.

¿Me acerco o no?

Julia no parecía ser el tipo de chica que le dé bola a este tipo de chica.

Por suerte me morfo los prejuicios (y ella también), y si esto se trata un poco de refranes, recuerdo que mis conocidos entrerrianos siempre me aseguraron en un tono súper serio que:

Hombre cobarde no goza de mujer bonita.

Así que cobardemente me embriagué y tuve la fortuna de que terminamos a los besos cuan mujeres bonitas dejándose seducir.

Al tiempo Julia me llevó al mar, al suyo, donde iba desde siempre y hasta siempre.

Y lo redescubrí; la eternidad son el sol y el mar (como decía Pierrot).

Y nuestros chistes. Sobre todo nuestros chistes.

Eu, somos como los Beatles. Pero por favor, sin Yokos ni tragedias.

I hope.

Cuando me di cuenta que me gustaban las chicas  repetí esos bares con esas chicas diez millones de veces con tal de verla una vez más.

Imaginate. Whatever.

Con Charly, el único que sabía casi todo de mis todos, íbamos temprano para no pagar entrada, llevábamos whisky en el bolsillo, y si teníamos suerte, una pizca de coca en la billetera.

Chau ¿Quién no te poguea? Let´s dance. Put on your red shoes and dance the blues.

Ella es la Bowie mujer que todas querríamos tener.

Mi musa, la única y la eterna.

Conforme pasan los meses voy deformando la idea de olvidarla o quitarle protagonismo.

Julia me quiere de tanto en tanto pero cuando lo hace me llena de buen vino y que pin que pan así como si nada me entregó dos de los mejores recitales de mi existencia.

Ey, stop.

De mi interior bastante de lo poco que hay está guardado para ella.

Las cosas se ponen a escupir purpurina cuando estás con quien tenés que estar.

Como una pepa de tus favoritas.

Bicicleta. 1943.

Me empiezo morir. En serio.

Pero yo a ella no le cobro,

Ni aunque me paguen.

Don´t call my name

Alejandro se llamaba el panameñoargento, al que decidí darle una segunda vuelta pero en otro telo que nada que ver y en una zona que nada que ver con la de ese día en el tren.

Siempre me gustaron los hoteles, sobre todo los rimbombantes o los que tenían juguetes por todos lados. Aunque lo clave siempre es la luz, y no sólo en fotografía.

Si el tono e intensidad de la luz no lo manejaba yo con mis dedos a punto de la batalla, nos íbamos a la mierda. Va, a otro telo.

Tratemos de no descuidar la escenografía, please. He ahí donde el porno más le erra.

Ale me caía bien porque tenía ojos de gato, tipo dorados selvático. Y al parecer, era el tigre de los empresarios, o así sonaba.

Me contó que le gustaba la yuca, la salsa y que desea hacer dinero con el polo, (sí, el deporte burgués) deporte que practica semanalmente y  que es, cree, lo que más ama.

Cabalgar, digamos.

Y yo lo que más amaba si lo tenía cerca, era lo fácil que acababa al toque de que me la metía. De por sí sabíamos que no íbamos a usar un forro. Only.

Lástima que al momento en que empezaba a ganarme unos mangos con esto del sexo, con esto de mi entrega casi absoluta para alguien y por un rato, época, o temporada,  empezaba a darme cuenta de que me derretían las minas, que de por sí las amaba. Que de por sí las amo.

Una pena, hubiese currado a lo loco con los tipos. Las ofertas siempre son mayores y los penes más impulsivos, pero bueno al pan pan y al vino vino, y  ¿y a mí?

Y a mí las minas.

Alejandro forever en mi corazón.

Lo besé sabiendo que ya no iba a responderle. Pero que forever.

Como si me hubiera desvirgado pero no.

Pero sí.

Todo empezó a ser más porno a partir de ahí.

Y yo más puta.

Martes 3am

La llamo para que me reciba, necesito un lugar donde dormir. Y ya más o menos sabía cómo ganarme  los techos y las noches algunas estaciones en la ciudad, sobre todo en invierno, pero más que nada en verano, en carnaval.

Porque sarna con gusto no pica pero los mosquitos sí te pican y si dormís en la terminal del ferrocarril Urquiza un martes por la madrugada te juro que te van a picar. Los mosquitos, las moscas y todos sus enemigos.

Selectiva sí, si la piba algo había aprendido a hacer con el paso de algunas lunas y algunos malaventurados golpes era a ser selectiva; instinto maternal, excelentes para la cocina, labios mordedores y conchas bien abiertas.

Aunque la virgen también estaba buena.

Pero lo que más importaba era que pagaran, aunque, no tan importante como que me quisieran. Pero maso menos.

Me parece que esto pasó porque la vez que no tenía que pasar que perdiera la memoria, la perdí. Y eso que me moría por recordar. Como a ese alumno de Borges que era mi profesor por esas épocas.

Lo recuerdo diciéndome que quería viajar, conocer chicas y escribir. Que para eso se había dedicado a la docencia. Para eso y culpa de Hemingway. Susurró con la poca voz que le quedaba para cada frase. Creí que iba a viajar como Hemingway y acá estoy.

Después recitó sin respirar ni detenerse, sin puntuación ni noción de su alrededor, el monólogo final de Molly Bloom del Ulises de James Joyce.

Y si el tipo no logró  viajar no sé por qué habrá sido pero a mí, me llevo de la silla a la reconcha de la lora en un segundo.

Y supe una vez más, que la reconcha de la lora era más mi lugar que esa aula.

Un capo el Alfredo, Rubione off course

En Noviembre

Supimos que las sirenas sí existían. Existían y existirán.

Salíamos del concierto de Lana del Rey, sí, de Lana y nos enrollamos con un taxista que tenía la pija parada pero que se le bajó ni bien entramos en Billi, Billi city, Billy town, el barrio de mameluco, la villa 18, los corsos con facones, y las pibitas que te la chupan por tres clericó.

Ahí, en Billi, está la buena merca, la buena y la barata, de eso no hay dudas, comprobado a mis 17, reconfirmado a mis 27, y puesto a prueba ahora mismo.

Por el rrioba si te cruzás un man dándose una línea, raya, pase, o saque en la calle, lo mirás fijo y te ofrece.

Y si te ofrecen tus amigos en el patio de tu casa ¿cómo te vas a negar?

No parás hasta convertirte en la dealer de todos, mínimo.

¿Why not?

Bueno, a Julia le gustó Billi City, sobre todo cuando nos encontramos un poster añejísimo de los Beatles, tamaño real.

Estábamos donde teníamos que estar, con el corazón al palo y rojo, como el cartel que le apareció al taxista en el GPS con la alarma de: usted está entrando en una zona peligrosa, justo un toque antes de que se le bajara.

Sumado a todo esto, tres lápices, y una gema indicaban que ella y yo sabíamos disfrutar algunos días de noviembre.

Pucha que vale la pena estar vivo.

¿No?

El 9 de julio

Quizas soy un toque fetichista de mi ambición idiot-utópica de libertad que el día de la independencia me predispongo a hacer algo épico.

Épico, qué palabra que promete, no sé por qué se está usando tanto.

No veo algo épico desde el beso entre Britney Spears y Madonna. Ah sí, wait, cierto que Mila Kunis y Natalie Portman también se besaron.

Sea como sea:

El 9 de julio te predispone a aventura. Vas a ver ¡Probalo!

Eso, acompañado por un dibujito simple pero sugestivo, decía mi carta de presentación para levantar minas en una esquina de Santa Fé y Scalabrini Ortiz (o Canning como les gusta a algunas) el feriado del día épico en que nos "independizamos".

Ese día patrio en donde no hay demasiada excusa para comer locro ni apretar el pomo. Claro, esta vez no dije carnaval.

En julio hace frío y a las minas de Santa fe y Ortiz les da morbo la patria y poner escarapelas.

Qué palabra rara ¿no?

                                  es

                                             ca

                                                        ra

                                                              pe

                                                                      la

Hollygram

Estaba en esos laburos de mala muerte y, para morir un poco menos, me llevé un ingeniero italiano al bar más puto y pop del centro de la ciudad, Flux, el flavour de los mejores tragos está ahí.

En esa barra más azul que fucsia y menos violeta que naranja, donde siempre atienden Jamie o Illia, acompañados por alguno de los diversos barmans que hacen pasantía por allí, y otras cosas también.

Dioneta Hollygram era una de ellas.

El sabor de flux propone mezcla, y entre esas mezclas de sour y mojitos las horas pasaron hasta que Dioneta, intrigada por el viejo y por mí, se nos acercó con sus tres millones de tatuajes, su pelo ultra violeta y nos consultó ¿Y ustedes? ¿De dónde se conocen?

El tano no hablaba más que en tano y yo no hablaba más que en lo que podía.

Pero a buen entendedor pocas palabras, y le conté que a esa altura yo me preguntaba lo mismo.

Entonces Dione respondió subiéndome a sus piernas y demostrándome que por el centro hay tortas dispuestas a todo.

Nunca más la vi.

Nunca más supe de ella.

Hasta un año nuevo que traté de saludarla y solo me encontré con una seguidilla de pésames e historias como ésta.

Historias recordando aquel o aquellos días que la cruzaron por cualquiera de estos lugares, de esta ciudad.

Para desgracia mía y de todos, Dioneta era capaz también de quitarse la vida.

¿Por qué?

Dione

¿Por qué?

Un policial

¿Alguien vio esa peli en la que Scarlett Johansson tiene la droga de la inteligencia? 

Esa en la que si somos inteligentes obvio que lo vamos a  usar para la destrucción, por eso esconden la droga. Se llamaba Lucy.

Bueno, mi Lucy es un poco así. Luciana está escondida, ella y toda su droga sexual.

La ninfómana más preciosa vista cerca del río.

Si, de zona norte. Entre Olivos y San Isidro, aproximadamente.

Dicen que hay buenas escuelas por ahí, y buenas y potentes clientas de cuarenta y tanto y más también. Pero pará.

Lucy tiene mi edad y es amante del amor desde antes de nacer. Así que cuando hacemos fusión, así cojamos en el suelo o sobre el río, logramos flotar como cuando te ponen la canción que querés escuchar.

O cuando choca el mar con las rocas, las rocas con la espuma, la espuma con el viento, y te ponés un caracol en la oreja esperando acercarte al mar. Así.

Ah, Lucy canta pero sobre todo baila. Al igual que el canto de sirena, la piba esta está tan buena que si perdés el eje te mareás, y si te mareas te destruye.

Y si no me creés preguntále a los locos ésos que pescaban cadáveres en el puerto de Olivos.

O por Muerto Madero.

Tampoco olvidemos que Leopoldo Lugones se llenó de veneno maso menos por la zona del Paraná de Las Palmas.

En Buenos Aires, a orillas del río, muchas veces sobran los policiales.

Y los escondites también.

La hija de la gobernadora

De una provincia que no puedo detallar, y un apellido que ni me atrevo a debatir, la mina ésta había llegado a los treinta años, y dicha década le había pegado para atrás así que se pegaba con whisky unos desayunos de puta madre.

Si tratara de recordar sería inútil, mi memoria sigue desmemoriando, no tengo idea de cómo conocí a Jorgelina pero sí sé que en asados, la mina, sobresalía.

Lo que sea, te lo cocinaba. Y lo otro que sea, te lo conseguía con guita.

Hija de gobernadora, evidente activa y suicida, y habitué de Bach, el mejor bar para karaoke entresemana.

La alarma de peligro sonaba por todos los rincones.

Pero más vale que a caballo regalado no se le miran los dientes y así como así fui haciéndole promos a Jorge, le tomé cariño.

Promociones, tipo happy hour, pero sin japis y con mucha teta feliz.

Aún con todo su dinero, vivía en un hostel de mala muerte. En Av. Córdoba y Pasteur, o por ahí. Un hogar donde no paraba de abofetearse con colombianos que desayunaban un par de whiskies más que ella. Y que me enseñaron a tomar aguardiente como una campeona de la copa Libertadores.

Parce viene parce va, ni ellos me ayudaron ese día en que a la Jorge le pintó que su juguete no iba a salir más de su habitación.

Cayó la luna se apaga el farol.

¿Y ahora qué?

 ¿Qué vamo´ a hacer?

Empecé a las patadas y a los gritos, tiré sinsentido un champán por la ventana.

Los vidrios del champán y la espuma resaltaron su brillo estallando sobre el asfalto de la ciudad, Baires entre las luces de los semáforos y las luces de los taxis. Pedacitos de cristal derrumbándose uno junto a otro, brillando, gritando, brillando.

¿A quién le importa si la hija de Alguien mata a la bastarda de nadie?

Puede que a nadie.

Nadie tenía que ayudarme.

Alguien tenía que ayudarme.

 

CONTINUARÁ

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