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TOMO NÚMERO 3

EL OTOÑO Y LOS ÁRBOLES

El que no llora no mama y el que no afana es un gil

Las sobras los perdidos los perejiles,

los que sí los que no,

los padres las madres y el hijo, varios primos

Lo justo y lo injusto, el hijo de puta y el pobre tipo que cae porque otro tipo no tiene que caer,

el mayor tráfico las violaciones legitimadas las almas perdidas las lágrimas eternas,

las putiadas y las cartas de amor, la ilusión y la necesidad

el cielo detrás del techo que se cae y el infierno en todos lados, la humillación y el respeto

la soledad y la constante vigilia, el poder del sueño y la voracidad de las pesadillas.

Las ratas las cucarachas los pájaros q espían,

los pájaros que  sobrevuelan y se alejan

y se llevan mis ojos y mis ganas de tener sus alas.

Los parientes que dejaron de ser parientes,

los parientes que difaman, y los que te mandan un atado de cigarros de tanto en tanto para que de tanto en tanto fumes o intercambies, pero sobre todo, para ser menos malo a pesar de siempre ser muy bueno en tener una excusa para no visitarte.

La amiga gauchita que no olvida los orgasmos que le diste afuera y si puede te regala algunos entre visita y visita,

los amigos que se enojaron y ofendieron,

los amigos que se ya se olvidaron de vos, o al menos, se olvidan mientras tanto

los enemigos que sonríen y confirman,

el amigo que siempre está, el que escribe, visita, entiende, tira chistes y te lleva a volar con el pájaro, de a ratos, para todos lados, paseando por los mejores recuerdos.

Esconderte para no y esconderte para sí,

bañarte con miedo mear con miedo llorar con miedo,

los fuertes gritos la ropa usada los mismos colores,

los sabores prohibidos los olores inevitables las palizas por si las dudas,

los distintos status los distintos pasillos el mismo patio.

Las armas improvisadas bajo la almohada que no es almohada

y la sonrisa intacta por si pierdo lo que me resta de energía

y me muero sin alcanzar al pájaro

o sin despedirme del mar.

Por alguna extraña razón

Cuando le decíamos nuestros nombres a alguien, siempre siempre, decía que pegaban bien.

En la cárcel me acordé de mi primo y todo lo que me contaba de ella pero mi suerte no fue como la de él, y mi altercado con la policía se solucionó rápido así que ese día fui free y nos reencontramos.

El cuerpo de July encaja con el mío. Chocolate y vino. Lennon y Ringo. Tequila y sal. Torta frita y lluvia. Otoño y cine. Cine y vos.

La cita fue en su casa, ya que yo todavía buscaba alguna.

Mientras ella cocina me distraigo, no quiero interrumpirla. Sólo me apuro con el vino.

Julia tarda horas en destapar cosas, yo nos sirvo las copas en un segundo, si el vino es rico me desespero e impaciento.

Ella dibuja como nadie. Yo escribo mientras la miro, y pienso en el viaje, y en la vida, que son lo mismo. ¿No?

La comida es el placer de los dioses. Y Julia tiene una diosa que le pasa los ingredientes mientras cocina.

Disfruto y sonrío, y hablamos de cualquier cosa y suena Bowie.

Y no nos dormimos nunca más porque las horas pasan como en un ensueño.

Todo aromatizado con sus cigarros sabor a dentista y las flores que cada tanto pegamos,

marimba de la buena,

cine español del mejor.

Y nos contamos todo lo que no nos contamos, del tiempo que no nos vimos.

Y todo lo que crecimos y todo lo que nos queda por conocer.

Rutas y rutas y campos de fresas y noches porteñas que se hacen eternas, y garabateamos una frase por ahí, en la esquina de nuestro bar, y obvio que es de Cortázar, porque siempre olvidé el paraguas antes de ir a buscarte.

Coger al final de la noche, coger cuando empieza el día, y los trenes y las bocinas empiezan a sonar, y me doy cuenta de que me queda poco tiempo.

Hay que buscar, hay que trabajar, hay que correr para no morir.

Maldito tiempo. Benditos orgasmos.

Coger amando, amar compartiendo y soñar con la chancha y los veinte.

Y que el sueño sea despertarnos, tomar un mate nevado con café, tener más que la chancha y los veinte y rogar que el siguiente martes llegue pronto.

Aunque nadie nos entienda.

Aunque nadie entienda.

Ni nosotras.

Sobre el mar

Teníamos nuestro recoveco, el Paradise. Cerca del bosque energético y de los lobos marinos.

Pero también lo teníamos sobre el conurbano. Un poco en San Miguel, y otro poco en San Martin.

Julia me explica que es pálida por ser nieta de su abuela e hija de su madre.

Su abuela, esa abuela que no conozco pero como si.

Como a la mía, que aunque no, es como si.

Aquí estoy y aquí me quedo. Lo pienso pero no se lo digo.

Me parece que no soy capaz de imaginar los labios de July en los labios de alguien.

¿Siempre me costó tanto darme cuenta de que estoy enamorada?

Sobre el mar me enamoro del cielo.

Y floto.

A la piba de los piercings

La veía cada muerte de obispo, así que nos asegurábamos exclusivamente de pasarla bien. Y de coger aún mejor que bien.

¿Cuál era la fantasía cósmica tropical que le cumpliría ese fin de semana de abril?

Eso era algo que solo sabía al momento de llegar al telo y de pedir vino para veinte.

Recuerdo que una vez me mordió el tatuaje que está entre mis costillas y mi pezón y me vendó los ojos y me pinto los labios, rojo furioso. Pero nada más, la piba de los piercings es tímida y trata de complacerme aunque pague por lo contrario.

Hacia dos semanas que llovía, un fenómeno climático llamado El Niño y una Sudestada de las de aquellas, azotaba Buenos Aires esa noche.

Esa noche que hacía dos años de noches que no me cruzaba con la piba de los piercings.

Esa piba que luego de cada cita desaparece, por meses, y a la que no le pido explicación.

Ni cuando se va, ni cuando viene.

El mejor de sus piercings es el de la lengua, obvio, por el ruido que hace cuando choca con mis dientes. Un particular sonido agudo y sensual que se mezcla con el sabor de los labios más carnosos del litoral.

Cada relámpago y cada flash en la ventana repleta de nubarrones, desafiaban nuestras lenguas que de a ratos susurraban o gemían, recitando palabras de placer todas juntas y amontonadas, a medida que sus tetas rebotaban con las mías, y nuestras cuatro manos intentaban ser cien.

Y una, y otra

Y otra vez acabar.

Y una y otra vez mordernos los labios o chupar el piercing ese que tiene en su nariz. Y apoyar mi cabeza entre las argollas que tiene en sus pezones y preguntarle si le dolieron, y que responda que sí, y que el próximo piercing va a ser en el cuello.

En ese cuello pardo como el beso que tiene tatuado en el culo, en ese culo que beso y que apoyo, y que acabo.

Y que quizás nunca vuelva a ver.

Y que quizás nunca quisiera no ver.

¿Pero eso qué importa?

La tormenta eléctrica se detuvo

Estaba tratando de adivinar hacia dónde disparaba el viento, así que levanté mi cabeza y vi las copas de los árboles fuertes y fluorescentes luchando contra el viento, que los impulsaba hacia el norte.

Por eso hacia allá emprendimos el viaje, yo ya casi no recordaba cómo era andar en bicicleta, desde la adolescencia no me subía a alguna, así que Julia rápido me lo refrescó.

No juegues pedaleando hacia atrás que esa cadena está rota y se sale.

Asentí y la seguí. July necesitaba tabaco. Algo en su cálculo del stock había fallado.

Nos detuvimos al subir la barranca, ni la hora mágica ni el sol se dejaban ver, pero el arco iris ella lo tenía en su boca.

Y como si esas nubes cargadas de agua fueran viagra, nos empezamos a besar, nos comimos las bocas como si viniera el apocalipsis.

Respiramos más y más fuerte, y así de fuerte me empezó a abrazar mientras le acariciaba el cuello, July suspira sobre mi oído y escucho su corazón, galopando a los palos con el mío.

Y le beso el hombro derecho mientras ella lanza una carcajada sobre el mío. Y nos volvemos a morder, despacio y más fuerte, y sus labios se acarician con los míos y nos tocamos y nos arañamos y desajusta mi cinturón, y me meto en su vestido largo y soltamos un grito mientras las nubes se atropellan y el apocalipsis decide demorar su llegada.

Siento la lluvia en el techo y sospecho que la naturaleza siempre fue más clara y más sabia que nosotros. Y a eso no hay vuelta que darle. Otra vez anuncian sudestada, y la única ropa que me queda huele a su tabaco.

C O N T I N U A R Á

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